al dolor de su gente como al odio de sus adversarios. Como resultado, Jeremías, más que cualquier otro profeta, reveló su desconcierto interno y sus sentimientos personales ante la situación que vivía. Jeremías siempre fue franco y honesto en sus emociones, desde las alturas del gozo hasta las profundidades de la desesperación. La carga especial que soportó fue su soledad, porque el Señor le había prohibido que se casara y que disfrutara de las relaciones sociales normales que otros sí podían tener
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